Día 12.
Pedazo de día soleado ha hecho. ¡Sí, señor! Ya tocaba, aunque parece que va a ser breve, se acercan nubes de nuevo.
Mi mujer comenzaba hoy su ciclo. Así que tocaba hacer turno de mañana, poco antes de las 7am ya iba camino al Hospi. Y yo, en la cama aún, con los ojos como platos. Así que decidí levantarme y preparar unos papeles que me solicitaron ayer en la asesoría.
Y eso que me había acostado pasadas las 2am. Había decidido acostarme bastante antes pero, cometí un error, en el último zapping llegué al canal 24 horas y estaban dando el pleno del Congreso donde aprobaban la prórroga del estado de alarma. Y me puse a oír al personal “debatiendo”. Y sí, lo aprobaron con todos a favor y alguna abstención pero, qué sensación… no sé cuál es la palabra más adecuada, tristeza quizás. Probablemente decepción se ajuste más. Venga reproches, venga el “y tú más”, que yo sí pero tú peor… Y lo malo es que son todos. Los de las sillas azules, los de las rojas, los de arriba y los de abajo. Los del centro… y pa dentro… ¡Ups! Creo que ya se me fue la cabeza a cosas más importantes…
Total, que iba yo por el madrugón… “Al que madruga, Dios le ayuda” es lo que pensé. Y aquí estoy a media tarde ya, esperando con el “Help” de los Beatles. ¡Y nada, no llega el auxilio! No, es broma. Tenemos salud que, en definitiva, es lo que cuenta. ¡No pediré absolutamente nada más! Que puestos a pedir, pediría un euromillón… pero como las loterías las han cancelado…
La verdad, algo si voy a pedir. Estoy por decirle a mis hijos que juguemos a las librerías, qué ganas de ver cómo llegan novedades. Ganas de recomendar un libro a alguien que llega sin ninguna idea de qué quiere comprar. Y no te digo ya las ganas de oír a Isa charlando el día entero, ¡mira que habla!, menos mal que dio conmigo que soy calladito. Pero algo bueno sacaremos, ya estábamos tan acostumbrados que no notamos el olor a libro al entrar en la librería. Me temo que vamos a comenzar a sentir ese aroma cuando podamos regresar a la rutina diaria. ¡Bravo!
Que, hablando de esos clientes que no saben qué quieren comprar, es para capítulo aparte. Aquel que llega y te dice que quiere un libro en concreto pero que no recuerda el nombre del autor ni el título, pero que tiene un árbol en la portada… o aquella que al entrar dice que quiere un libro que había en el escaparate hace un par de meses o así. Tampoco está mal cuando te dicen que quieren leer algo, “pero que sea bueno, eh, que no quiero leer pamplinas”. Uf, ¡menuda presión!
Y es que, todavía no he dicho nada… Nooo, no sobre los autónomos. ¡Qué ya hemos llegado a la docena de días enclaustrados!. Y se le va cogiendo hasta gustito al asunto. Tengo ya tan compuesta mi zona del sofá que me siento y encajo a la perfección. Hay medio salón, la zona por donde doy mis carreritas, que está mejor que si la hubiésemos pulido. No veas cómo brilla. Y dale tres días de sol a la barandilla del balcón. Impoluta, como los chorros del oro de apoyar los codos, vamos.
Aún queda algo de tarde por delante. Ahora voy a hacer algo de ejercicio, justo después de salir al balcón cuando estén dando las 20h. Luego cenaremos los cuatro juntos y a ver si nos acostamos tempranito que, como ves, he dormido bien poquito.
Aunque si el cuerpo aguanta, quiero ver “Intemperie” con Luis Tosar, que tengo un código para ver una peli gratis en una de las plataformas estas. Y es que Intemperie fue el primer libro (de Jesús Carrasco) que leímos en nuestro club de lectura. De cuando en cuando sale el comentario de que aún no hemos leído una novela de ese nivel. Parecido sí, pero esa es la top. Historia dura y angustiosa donde las haya. Pero magnífica. Así que ya te diré lo que pienso de la película. Del libro, un diez.
Hoy no me enrollo y acabo un poco más temprano de lo habitual. Hasta mañana. Mañana 12+1.