Día 14.
¡Anda que se equivocaron los del tiempo! Menudo chaparrón esta mañana. Además con la ventolera que hacía, los cristales del balcón se han puesto perdidos. Otra tarea pendiente, toca limpiarlos.
Dos semanas, 14 días viviendo esta película real que parece pura ficción. Por aquí seguimos llevándolo relativamente bien aunque ya, en ciertos momentos, te vas preguntando si será bastante con esta ampliación de alerta. Ojalá fuera así, pero viendo las cifras y cómo va la cosa, parece que va a resultar insuficiente.
Bueno, ¿y qué? ¡No puede faltar imaginación para cubrir tantas horas muertas! ¿Acaso no pensamos muchas veces en cuántas cosas haríamos si el trabajo, la rutina y tareas ordinarias nos dejaran algo más de tiempo libre? ¡Ea! Pues aquí seguimos teniendo una oportunidad maravillosa. Alguna tarea en casa, esos álbumes que nunca organizas, aquel libro que no lees porque tiene demasiadas páginas y tardarás mucho en acabarlo… ¡Será por cosas!
Está claro que la naturaleza tenía que tomarse un respiro. Es curioso ver gráficos e imágenes de cómo mejoran los niveles de contaminación o, simplemente, ver el azul del cielo en fotos de algunas grandes ciudades. En el fondo, para nosotros (los humanos) también era momento de parar. Y, claro, a ver cómo se para la cosa si no es con un bicho tan puñetero como este. Pero es momento de que paremos y reflexionemos. Es momento de tomar nota para no olvidar. Es el momento de hacer un reset total. Partamos de cero. Se lo vamos a deber a mucha gente, a los que se parten la cara a diario y a los que se marchan. ¡Hay que aprender!
Sigamos. Esta próxima madrugada nos cambian la hora. Entra el horario de verano. Yo cambiaré los relojes en casa mañana con calma, después de desayunar como pronto. Así, por ejemplo, a las doce tendré que poner la una. Podré decirle a no sé muy bien quién, ¡Ea, voló una horita por la cara! Consuelos de tonto, pero bueno…
Ayer antes de dormir trasnoché un poco. Estuve de copas, bueno de copa que solo tomé una, con un grupo de amigos. ¡Qué “modernuras”! a través de una aplicación nos conectamos y estuvimos de charla y cachondeo un buen rato. cualquier rato de risas vale su peso en oro en estos días. Varios estábamos aquí mismo, en San Pedro, solo separados por unos puñados de metros. Otros dos, Pedro y Marta, andaban en Madrid. Si bien es cierto que, en este caso, la distancia daba igual. Qué ganas de que esto ya quedé en la memoria para siempre y poder compartir cena, tertulia y copas, pero todos juntos por estos lares. ¡Pronto!
Y mi hijo Pepe, que está haciendo abdominales en el banco. Por segunda vez en estos días. Tras la primera, agujetas. Y mañana, más.
La hermana, Carolina, que es de poco hacer deporte, se dedicó esta tarde a hacer magdalenas. ¡Pintaza que tienen! No veas como olía en casa. Así no hay forma de mantener un orden y que el ejercicio cunda. Estoy evitando meterles mano. Los que me conocen saben de mi poder de voluntad. Es evidente que algunas magdalenas tienen los minutos contados.
Esta tarde me llamaron de la asesoría de nuevo. Les faltan horas para arreglar tanto papeleo así que tampoco para ellos existen ahora sábados o domingos.
Y poco más ha dado de sí el sábado. Bueno, una sopa de ajo para almorzar. Y un buen trocito de carne que me voy a hacer y que, por supuesto, acompañaré con un buen par de copas de vino tinto.
Y, quién sabe, igual hoy se tercia de nuevo tertulia online. Si es así, habrá que tomar una copita también. ¡Qué remedio!
Así que no creo que hoy vea película con este plan… pero tengo en cola “La trinchera infinita”, protagonizada por Antonio de la Torre. Tengo debilidad, ACTORAZO. Basada en hechos reales, se mete en el papel de un alcalde de Mijas que al estallar la guerra civil, se ve obligado a estar, ¡30 años! oculto en un agujero cavado en su propia casa. ¡Casi na!
Buenas noches.