Día 17.
¡Qué forma de llover esta pasada madrugada! Ya luego, durante el día, solo han caído un par de chaparrones pequeños.
Y así amaneció el día número diecisiete, con agua y muy gris. Se nos caen los días casi sin darnos cuenta. He dedicado la mañana a preparar papeleo y facturas, porque lo que no cambia es que en unos días habrá que presentar liquidaciones de IVA y demás impuestos.
Después de todo esto, he hecho cuatro números más y me salen las cuentas de maravilla. He decidido hacer una moratoria a los ingresos correspondientes a lo que quiera que dure la cuarentena. Así, haremos una estimación objetiva por una empresa independiente y daremos todas las facilidades a los clientes para que compren lo que., objetivamente repito, hubieran comprado en este periodo. Tendrán todo tipo de facilidades y un interés del cero por ciento. Y listo, gastos e ingresos “moratoriamente” compensados en el tiempo.
Yo creo que con esto andaré cerca del Nobel de Economía, aunque no aspiro a tanto, soy mucho más modesto y me conformaré con ser nombrado Ministro de la citada rama.
En fin, que con lo que voy a tener que hacer moratorias, una correcta administración y un buen racionamiento es con la comida. Sobre todo a mi hijo que, como se dice, es más barato comprarle un traje que invitarlo a comer.
Porque la mañana se pasó, almorzamos un popurrí de restos que quedaban y después de comer seguimos con los trámites con la asesoría, gestiones y más gestiones. Da más miedo hoy en día acercarte a un asesor o gestor con el mosqueo que tienen, que a un león después de un mes sin que coma.
Los sanitarios salvando vidas y ellos intentando salvar economías, pequeñas empresas y, con ello, trabajadores.
Y decía lo de la comida porque hoy llegaba el momento “visita al super”. Y allá me fui, primero a por una bombona, tarea fácil. Después a por la comida. Una semana duró la última “compra grande”, ya anoche la nevera daba pena, penita, pena al abrirla. Entras tirando del carro, con tus guantes correctamente puestos, por supuesto. Y se repite lo mismo que la compra anterior, comienza a picarte todo. Cara, pelo, una oreja. Que no se te ocurra rascarte hasta llegar a casa, lavarte y desinfectarte. ¡Y esas ganas de toser! Un sufrimiento acudir a llenar la nevera, ¡eh! Es lo que peor llevo.
Pero bueno, tarea conseguida con nota. Cuando la cajera me ha dicho el importe total, he preguntado por las moratorias disponibles… no ha hecho falta que contestase, he leído en su cara perfectamente lo que pensaba.
Y lo de las harinas, ¿qué? Hoy tampoco había. Se ve que está todo el mundo haciendo panes, pasteles y repostería varia. ¡Qué cosas!
Ya en casa, sano y salvo, toca que coloquemos la compra, una nueva desinfección y ya tranquilo, poder escribir un poco. ¡No he limpiado el teclado del portátil! Es que esto ya nos ha vuelto un poco, o un mucho, paranoicos.
Y se fue otro día, al final se pasa esto y no pinto lo que debo. Hoy me he pasado con la cena y, además, no hice ejercicio. Mañana será otro día.
Pues listo, película y a dormir. Igual me pongo Misery, otra basada en una novela de Stephen King. Un escritor famoso (James Caan) tiene un accidente y lo rescata una fan “un poquito obsesionada” (Kathy Bates, haciendo un papelón), el resto pura angustia del escritor por escapar.
Buenas noches.