Día 38.
Climatológicamente hablando, el día ha ido de menos a más. Amaneció feo llegando a mediodía incluso a llover fuerte con tormenta para a media tarde estar el sol fuera.
Así está siendo el día número 38, rozando los cuarenta estamos ya.
Para mí, ha comenzado a eso de las 10, a veces pienso que debo levantarme a la hora en que lo haría en condiciones normales para que la rutina sea lo más parecida posible a aquello que denominábamos vida normal. En seguida me digo a mi mismo, “calla, carajote. ¿Más largo quieres hacer el día?”
Y a eso de las diez y cuarto estaba desayunando. Una naranjita y, acto seguido, café y tostada. Listo para la actividad de la mañana. He cogido los libros de una de las estanterías y he jugado con Pepe a las librerías. Por supuesto, él tenía que ser el cliente. Llegaba y me pedía consejo diciendo que quería leer algo, pero que le diera algo bueno, que él estaba muy ocupado y no quería leer cosas malas. Después volvía a comprar y solicitaba un libro del que no recordaba el título. Bueno, el autor tampoco. Y así se me va haciendo el cuerpo para la vuelta. Bromas aparte, ¡qué ganas ya de ver a clientes y amigos! Aunque sea a dos metros de distancia.
Han dicho hoy que los menores de catorce años podrán salir, pero no a dar un paseo simplemente, a comprar al súper, sí. Los míos ya están creciditos y podrán aguantar un poco más en casa. No se me ocurrirá a mí llevarme a Pepito de compras. Como si fuera poca ya la tensión de hacer esta tarea, con el sufrimiento que paso. Que tengo un protocolo establecido con más pasos a seguir que si estuviera en un laboratorio tratando con productos químicos, como para encima estar pendiente del niño.
Por cierto, mañana me toca volver a realizar compra. Asustadísimo estoy ya para las siguientes ocasiones en que deba ir, no me quedaré tranquilo hasta estar ya de vuelta en casa. Mira que si llego y me encuentro a unos pocos niños, de cinco, seis o siete años, en mitad de los pasillos. No te digo ya como haya alguno hiperactivo, que sería lo más normal tras más de un mes encerrados. Que susto, imagina que una pequeña de esas criaturas se te acerca, asintomáticamente perdida, y te estornuda a quince centímetros. O peor aún, intenta tocarte, pensando que las personas ya habían desaparecido de la tierra y se quiere asegurar de que eres real. Vamos, que dejo el carro y no paro de correr hasta llegar a estar a salvo entre mis cuatro paredes.
La ironía me sale sola, colega, ya te dije.
Otra deducción a la que he llegado en mi sobremesa ha sido que este año podremos presumir de nuestras no vacaciones. Como en el mejor de los casos solo podremos ir al pueblo, a ver a algún familiar o la mitad del centro y norte de España venirse aquí, a Andalucía, podremos decir que este verano no hemos podido, pero íbamos a correr un encierro en San Fermín, o que ya habíamos planificado el camino de Santiago a 40 kilómetros diarios o, incluso, que teníamos entradas para la final de Champions. Fardando a muerte. Muy nuestro.
Y bueno, entre desvaríos varios (esto debe ir acabándose, por el bien mental) se va el día. Ya tenemos alguna cosita en preparación para el Día del Libro en Nobel. Eso sí, una vez estemos abierto de nuevo, volveremos a celebrar, de otro modo, este día.
Ahora me voy a dar una duchita e iremos pensando en la cena. Un día más. Un día menos. Hoy veremos algo en televisión, posiblemente nueva serie, pero me voy a acostar pronto. Mañana quiero madrugar y hacer ejercicio. Y la pintura, sigue pendiente, es que no he tenido tiempo aún. Además, hoy con la lluvia hace mucha humedad. Mañana… mañana…
Buenas noches.