Día 52.
Otro día más al saco. Ya son cincuenta y dos. Siguen los días más que buenos, ¡Qué alegría!
No me acosté pronto, habrían dado ya la una de la madrugada finalmente. Es que me gustan mucho esas horas de la noche, ya te decía. Aun así me he levantado cuando sonó el despertador. 7,25am. Diez minutillos haciéndome el remolón entre las sábanas y siempre surge el mismo dilema. Media vuelta y a dormir un buen rato más o nos ponemos en marcha. Me puse en pie, a vestirme, estirar un poco y antes de la ocho ya estaba en la calle. Pensaba que siendo día entre semana no habría mucha gente. De nuevo, me equivoqué. No es que fuera una feria el paseo marítimo, pero el movimiento era alto. Y tampoco es que las personas que paseaban o hacían ejercicio estuvieran haciéndolo mal, lo único es que si van tres o cuatro caminando en grupo con cierta separación ocupan casi todo el ancho del paseo y, así, resulta muy complicado que los que corren las adelanten fácilmente, por lo que casi la única opción posible es pasar entre ellos demasiado pegado a uno… o a dos.
Más pronto que tarde esas carreras volverán a ser casi en soledad, con mis auriculares al oído, como aislado del mundo y me cruzaré con muy pocos a lo largo del recorrido. Seguro.
Cuando llegué a casa, los niños ya estaban levantados. Una duchita y a desayunar. Hicimos zumo de naranja, y yo tomé una tostada y café. Después me fui a la librería. Es un poco raro, en unos días terminaremos por estar acostumbrados a estas circunstancias, pero te sientes extraño. La imagen ideal en una librería, al menos la que yo me hago, es alguien charlando con el librero junto al mostrador. Un par de personas buscando su pequeño tesoro entre las estanterías. Algún niño trasteando libros o juegos o diciéndole a su madre que quiere este libro, y este otro, y aquel de allí, y, y, y… Eso, por ahora, es imposible. En fin, haremos lo que se pueda e iremos recuperando esas cosas despacito.
He estado allí hasta casi las dos de la tarde y, antes de regresar a casa, he ido a comprar pan a Fermento. Mira que está rico. Además hacía falta pan, que para almorzar teníamos costillas con miel y, aparte de chuparte los dedos, había que mojar sopitas. Yo he comido bastante, la verdad, pero Pepe no sé cuántas costillas ha tomado. Lo que te digo, una completa ruina.
Después llegó Carol de currar, ya está de nuevo comenzando su ciclo de turnos, tomamos café como casi siempre y descansamos un rato.
La tarde la he dedicado a papeleo de la librería. Eso nunca se acaba, ni con dos meses de cuarentena consigues ponerte al día.
Un rato he estado echando un vistazo a la prensa en internet. Maravilloso lo de hoy. Como siempre, a ver si vamos a extrañarnos de algo. Solo en titulares sobre pactos y posturas políticas, he podido leer las palabras amenaza, forzado, chantaje y alguna más en esa línea. y luego algunos de los de a pie nos partimos la camisa, como Camarón, criticando a los otros. No nos damos cuenta de que todos tienen mucho más que callar que de lo que poder presumir.
Siempre me ha gustado decir “así nos va”. De hecho en cierta ocasión generó una polémica en un trabajo anterior descomunal. Otro día te contaré, colega. Pero es que son tres palabras que lo resumen perfectamente casi todo.
Pero bueno, pese a todo, hemos cenado a gusto. Hemos visto el penúltimo capítulo de la segunda temporada de Broadchurch y Carol ya duerme, que madruga mucho. Yo sigo aquí, viendo otra serie y acabando de escribir. Mañana me levantaré a una hora prudente y a ver si hay suerte y veo a algún buen amigo visitándonos en la librería.
Buenas noches.