
Verano del 83, en una villa del norte de Italia, Elio pasa los días leyendo libros, tocando música y escuchando discos. De vez en cuando sale a nadar y de fiesta con amigas y amigos. Un verano normal en la vida de un chico de clase media alta, un verano más que sin embargo con la llegada de Oliver, el ayudante norteamericano de su padre, va a cambiar para convertirse en el verano más importante de su vida.
Luca Guadagnino dirige la adaptación de la novela de André Aciman de 2007, “Call me by your name” una maravillosa película que nos habla de ese terrible paso de la adolescencia a la madurez a través de un joven de 17 años cuyo despertar sexual y amoroso le hará circular por senderos que nunca imaginó.
El reputado director James Ivory fue el responsable de la adaptación literaria de la novela mientras el cineasta italiano se encargaba de la dirección. Surge de esta colaboración una especie de simbiosis que dota curiosamente a la cinta de un estilo muy reconocible a la vez que personal. Ese aire de cine pausado que nos invita a ser espectadores de excepción de las vidas de otros, está maravillosamente rodado, con un tempo preciso en el que los planos de las miradas hablan y dicen siempre mucho más que las palabras. Porque ésta es una película de miradas y silencios pero también de conversaciones que fluyen, de cosas que intuimos y que descubrimos desde nuestra privilegiada posición de espectadores frente a sus vidas. Esa mezcla de sentimientos viene aderezada con la evocadora música de Ryuichi Sakamoto o André Laplante que añade aún mayor emoción.
“Call me by your name” es una sencilla historia de amor, entre un chico de 17 años y otro de 28 que marcará la vida del primero para siempre. Está rodada con un buen gusto y una delicadeza que nos hace viajar a la cinta de James Ivory de 1987 “Maurice” pero también nos recuerda por ese delicado uso de la luz al mejor Linklater de “Before Midnight” de 2013 o a Rohmer y sus cuentos morales. Tiene la delicadeza de las cosas hechas desde la verdad. La calidez del verano para despertar las pasiones ocultas de un joven que empieza a vivir su vida de adulto, llena de contradicciones, de frustraciones y de impulsos a reprimir.

La magia quizá de esta película resida en la capacidad para crear una atmósfera envolvente que nos seduce al igual que a Elio a través de esa luz que solo los países del Mediterráneo poseen. Esos veranos en el campo, donde podemos sentir el calor a través de la pantalla, donde los sonidos son tan importantes y se entremezclan con las propias sensaciones del protagonista, que transita entre los deseos ocultos y el descubrimiento de su identidad sexual. Además esta película nos conecta con los protagonistas porque habla de temas que a todos nos son comunes y reconocibles, nos habla de la magia y el encanto de los primeros amores que como casi siempre suelen ocurrir en verano, del desengaño amoroso, de las pasiones que empiezan a emerger, de la sinuosa y vertiginosa travesía de la adolescencia a la edad adulta. Es precisamente esa conexión con el espectador la que hace que esta película empaste de modo tan brillante, porque además nos deja momentos extraordinarios para el recuerdo.
Luca Guadagnino rueda admirablemente los encuentros entre ambos protagonistas separando la cámara con una especie de pudor con el que invita al espectador a dejarlos solos. Su modo de colocar la cámara para sugerir en determinados momentos pareciera una manera de concederles mayor privacidad y desterrar una inquisidora intromisión del espectador.

Por otro lado, Guadagnino nos reserva para el tramo final de la cinta la secuencia que define como personaje al padre de Elio, a través de una conversación plena de respeto, amor, tolerancia y ternura. Una secuencia admirable que nos presenta la cercanía de un padre ante su hijo como pocas veces lo ha hecho el cine. Un derroche de generosidad, de empatía que al igual que al personaje de Elio, nos atrapa y conmueve a partes iguales.
“Call me by your name” no es una película reivindicativa, es mucho más que eso, es una simple historia de amor y no hay mayor reivindicación que la naturalidad de las relaciones humanas entre dos seres que se encuentran para no olvidarse jamás. El plano final del rostro de Elio con la mirada fija y perdida mientras comienzan a salir los títulos de crédito tiene un vigor narrativo enorme que trasciende de la propia historia para como decía Beatriz Martínez “…establecer un vínculo especial e íntimo con ella…”₁.
(₁ Beatriz Martínez en “Call me by your name, el embrujo del primer amor” (El Periódico 25/01/2018))