El deseo y la luz

Patricia Higshmith, quien ya había terminado su novela “Extraños en un tren”, tenía 27 años y se encontraba sin dinero, por lo que buscó un empleo en la sección de juguetes de unos grandes almacenes. Un día entró una elegante mujer envuelta en visón que dejó un nombre y una dirección a la que enviar una muñeca. Al salir del trabajo, Patricia se fue directa a casa y escribió del tirón el argumento de la novela “El precio de la sal” que tuvo que ser escrita bajo el pseudónimo de Claire Morgan por la naturaleza escandalosa de la misma, según la época. Aún así y tras ser rechazada varias veces por los editores, fue publicada en 1953 y vendió más de un millón de ejemplares. En 1989, esta novela fue reimprimida bajo el titulo de “Carol” y el verdadero nombre de su autora. En 2015 Todd Haynes, filma la adaptación al cine de esta maravillosa novela de Patricia Highsmith y su protagonista, Cate Blanchett nos regala uno de esos personajes eternos.

Blanchett parece levitar cada vez que aparece en escena, la cámara, a penas la acaricia, la sigue como flotando mientras los ojos de una magnífica, también, Rooney Mara la observan con devoción. Son Carol Aird y Therese Belivet y asistimos como espectadores de lujo a la historia de amor entre ambas. Con el estilo habitual de Haynes, “Carol” es un retrato de la inquisidora sociedad norteamericana de los 50, surgida tras la Segunda Guerra Mundial, en la que la hipocresía y el fariseismo son claves. Por supuesto, una relación lésbica es considerada no solo inconveniente sino amoral por cuanto atenta a los principios básicos de cualquier sociedad castradora, lo que pone a la protagonista en la difícil tesitura de elegir qué es lo correcto. Además “Carol” es un ejercicio de buen gusto en el que Todd Haynes parece moverse de modo más que fluido, como ya habíamos visto antes en esa otra joyita del melodrama llamada “Lejos del cielo” en el que Julianne Moore nos trasladaba a la Jane Wyman de las películas de Douglas Sirk. Y es que en el cine de Todd Haynes las referencias clásicas son innegables y Sirk parece un espejo brillante al que mirar a través de una magnífica ambientación, aunque el director californiano incorpora su sello personal a través del desarrollo de personajes.

En “Carol” la escenografía nos recuerda constantes referentes de la cultura norteamericana y así vemos planos que recuerdan a la pintura de Hopper, el uso de la luz y la cámara desenfocada simbolizando la evasión de los personajes nos lleva a la fotógrafa Vivian Maier y los retratos de personajes que forman parte de la sociedad pero parecen estar excluidos. El color siempre presente en las protagonistas, la música, …pero sin duda donde esta película se hace grande es en la dirección de actores con unas extraordinarias Cate Blanchett y una sorprendente Rooney Mara. La imposibilidad de vivir de acuerdo a los sentimientos propios hace transitar a ambas por una especie de limbo de emociones del que solo pueden salir una vez redimidas. El arranque prodigioso de la película y su tramo final nos dirigen casi sin dar importancia a “Breve Encuentro” de David Lean. Lo que sucede entre medio de esas dos escenas es una demostración de buen gusto a la hora de rodar y de clasicismo exento de artificios. La delicadeza y el deleite por el detalle convierten la historia en una sucesión de momentos arrebatadores que culminan en un plano majestuoso de Cate Blanchett como cierre.

Lo cautivador de “Carol” es sin duda la propia singularidad dentro de un universo de referencias que alimentan la historia y componen un efecto revitalizador sin duda. Ese amor por alimentarse del pasado sin perder el rictus personal del film queda evidenciado en cada movimiento de cámara que Todd Haynes utiliza. Esto confiere a la cinta una personalidad propia y una especie de energía a la que la estratosférica interpretación de Blanchett ayuda sin duda. Los juegos de miradas, las caricias casi frágiles, todo compone un cuadro al que accedemos como insospechados visitantes de lujo, capaces de mirar con los ojos actuales y sobretodo con los de los años cincuenta para comprender cada una de las situaciones difíciles que se plantean.

En definitiva, estamos ante una obra magistral que por supuesto también recoge los ecos de otro de los trabajos de Haynes, la más que correcta “Mildred Pierce”. Aparece esa especie de devoción como decimos por evocar lo mejor de un cine atemporal como es el de la década de los cincuenta que entronca con esa percepción más que adquirida ya, de que solo podemos avanzar en el cine si sabemos de dónde partimos. “Carol” se convierte en una obra imprescindible sustentada por Haynes en el universo de Patricia Highsmith, alejada aquí de su género favorito, el policíaco… donde la psicología de los personajes toma importancia capital a la hora de entender su obra. En esta novela, podemos decir que está lo más personal de una autora que supo como pocas retratar las miserias del ser humano y las mezquindades y que aquí sin embargo, nos reconcilia con la vida a través de la estupenda historia de amor entre Carol Aird y Therese Belivet y que la cámara de Todd Haynes sabe captar haciéndonos mirar por los ojos de ambas para deslumbrarnos y hacernos vibrar.

Rubén Moreno

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EL TALENTO DE MRS. HIGHSMITH

Patricia Highsmith (1921-1995) Biografía

“Tom le envidió intensamente, con un sentimiento mezcla de envidia y de piedad por sí mismo.”

Esta cita pertenece a la novela de Patricia HighsmithEl talento de Mr. Ripley” la novela que vertebra probablemente la carrera literaria de la novelista norteamericana más brillante que ha dado el siglo XX en novela de suspense o policíaca. La escritora, nacida en Texas, cambió el desprecio de su país por la veneración que producía su obra en Europa.

Desde que la descubrí siempre me ha parecido muy por encima de la sobrevalorada Agatha Christie, cuya fama como escritora policíaca pareciera superar de modo injusto a Highsmith, puesto que los personajes de Highsmith son infinitamente más complejos y creíbles que los estereotipados de Christie (a quien por cierto debo reconocer veneré en mi infancia). Las novelas de Highsmith giran alrededor de la culpa, del crimen y de la mentira.

La novelista norteamericana nos muestra con recurrencia temas como la homosexualidad, la lucha interna de los personajes y sobretodo la fascinación que éstos sienten cuando bordean el peligroso sendero de la psicopatía. Posee un estilo directo y sencillo que se diría incluso económico como su admirado Guy de Maupassant.

Así nos encontramos en el cine, ese partenaire cuasi perfecto de la literatura, un vehículo imprescindible para ayudarnos a entender la literatura de Patricia Highsmith en títulos tan extraordinarios como “Extraños en un tren” (Alfred Hitchcock, 1951) , “A pleno sol” (René Clemént, 1960) o la magnífica “El talento de Mr. Ripley” (Anthony Minghella, 1998). Si bien Highsmith ha sido adaptada en algunas ocasiones más a las citadas, es ineludible sentirse casi atrapado en estos títulos sin despreciar por supuesto las dos adaptaciones que la novela “El juego de Ripley” tuvo con  “El amigo americano” (Wim Wenders, 1977) con Dennis Hopper y la versión homónima de 2002 de Liliana Cavani con John Malkovich. Otra de sus grandes novelas sería la polémica “Carol” que Todd Haynes en 2015 llevó a la gran pantalla con una siempre brillante Cate Blanchett.

¿Cuánto estaríamos dispuestos a hacer por ser otra persona? ¿Qué hallamos en común entre el psicópata Bruno Anthony de “Extraños en un tren” y el Tom Ripley de las dos cintas posteriores?  Sin duda alguna la idea de suplantación persiste en las tres películas.  A los dos no les gustan sus vidas. Anthony quiere la vida de Guy Haines (Farley Granger), quiere su fama, su éxito con las mujeres, es un tenista célebre y todo le sonríe. Tom Ripley quiere lo que Dickie Greenleaf posee… dinero, belleza, atractivo, personalidad… ambos personajes abordan a sus víctimas para pegarse a ellos como haría una sabandija imposible de ser desprendida. Ambos  poseen esa ambigüedad moral tan utilizada por Highsmith en sus personajes.

Son seres turbios, llenos de complejos que utilizan a la sociedad y a sus comportamientos hipócritas para conseguir sus logros. Bruno Anthony no tiene reparos en plantearle un doble crimen a un desconocido al que admira (Guy debe matar a su padre y él a cambio se deshará de la incómoda ex mujer de Guy) , Tom Ripley no duda en aceptar la oferta del padre de Dickie para ir a Italia a convencerlo de que regrese de su vida llena de lujos y placeres.  Ambos Ripley serán retratados de forma distinta pero igualmente apasionante tanto por René Clemént con Alain Delon como Anthony Minghella al filmar a Matt Damon.

En “A pleno sol” la fuerza de la película reside principalmente en una puesta en escena asfixiante que posee una intensidad brutal. Una película que se adentra en lo más profundo de la condición humana para retratar las miserias del protagonista cuyo arribismo y amoralidad se tornarán ante el espectador en una extraña fascinación a la que sin duda contribuye de manera notoria la elección de los actores, tanto la mirada turbia de Alain Delon  como Maurice Ronet embelesan a la cámara haciéndola suya.

El Tom Ripley de Minghella sin embargo presenta una cara distinta pero no menos apasionante.  Matt Damon compone un personaje brillante a través de los distintos matices que presenta. Por un lado frágil, desvalido, lleno de complejos por su origen humilde. Un ser que merece triunfar en la vida por su gusto refinado, su talento, su manera de entender la vida. Pero por otro lado un psicópata ambicioso nada dispuesto a renunciar . Será en el momento en que la volubilidad del niño bien de Dickie Greenleaf (extraordinario Jude Law) le haga sentir que es un estorbo y que ya no forma parte de ese maravilloso universo creado en Mongibello junto a su novia Marge (una Gwyneth Paltrow llena de luz a la que la cámara parece adorar) cuando Tom Ripley aparecerá en su cara más real. Cuando se acaben las noches de jazz, los paseos en barco y las puestas de sol, Tom Ripley languidecerá como el verano que se acaba.

Son tres cintas que como Highsmith refleja en las obras que las inspiran muestran temas recurrentes en su literatura. El desprecio por la figura paterna a quien pretende asesinar  en “Extraños en un tren”, la homosexualidad  del personaje de Tom en la cinta de Minghella, el arribismo del Ripley que interpreta Delon en “A pleno sol”. Todo converge sin embargo en la misma idea, la del personaje que no se somete a los conceptos morales de la sociedad. Hithcock creó un thriller lleno de virtuosismo, René Clemént otro thriller lleno de color y luz para acabar con Minghella que va más allá al adentrarse de forma más evidente en la psicología de un personaje que Patricia Highsmith encumbra como uno de los grandes iconos literarios de la novela policíaca sin ser ni detective, ni policía… un estafador, un suplantador, sin escrúpulos, sin moral y sobre todo sin remordimiento. La fascinación que el personaje va adquiriendo al sentirse cada vez más fuerte traspasará primero el papel y luego la gran pantalla para quedarse definitivamente con nosotros.

Rubén Moreno

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