LOS LIBROS COMO REFUGIO DE LOS SUEÑOS

¿Hay algo más evocador que un pueblecito costero inglés donde los días grises puedas pasear por sus paisajes mientras la melancolía te invade? En Hardborough la gente ve pasar la vida sin ni siquiera planteársela. Casi nadie lee y la vida cultural se reduce a los caprichos que de vez en cuando se permite Violet Gamart la auténtica dueña del pueblo. Cuando Florence Green decida montar una librería en la casa más emblemática del pueblo “The Old House”, hasta entonces abandonada, comenzarán todos sus problemas.

“La librería” es la adaptación que Isabel Coixet ha realizado de la maravillosa novela de Penelope Fitzgerald a la que la directora catalana ha sabido imprimir su sello personal. El idilio entre el cine de Coixet y quien les escribe comenzaba con “La vida secreta de las palabras” y ha continuado con cintas como “Mi vida sin mí”, “Mapa de los sonidos de Tokio” o la gran “ Cosas que nunca te dije”.

La cinta es una maravillosa declaración de amor a los libros que nos lleva irremisiblemente a títulos como “Farenheit 451” que no es casualidad sea el primer libro que Florence venda al señor Brundish (un pluscuamperfecto Bill Nighy). Además Julie Christie en la versión original será la voz en off, lo cual nos traslada de nuevo a la obra de Ray Bradbury y su adaptación al cine por parte de Truffaut, donde Christie era la protagonista. La relación de amistad entre Florence y el señor Brundish nos permite apreciar el maravilloso talento de Isabel Coixet para mostrarnos la pasión contenida entre ambos personajes y la sensibilidad a la hora de filmar dicha pasión. Existe un paralelismo precioso entre los personajes y los libros, es más que edificante hacer el ejercicio de comparar al personaje de Milo North (James Lance) con el extravagante Quilty de “Lolita” y ver como es la novela de Nabokov la que North entrega a Florence, y como a su vez la pequeña Christine (Honor Kneafsey ) es, intelectualmente hablando, una especie de Lolita.

Amor por los libros

La relación de Florence con los libros es casi física, los acaricia, los coloca con mimo, lee sus historias y luego los huele, porque “…cuando leemos una historia, ésta habita ya para siempre junto a nosotros…”. En Hardborough se producirá una lucha desigual entre una chica con un coraje a prueba de bombas, encarnando a una verdadera “superheroína” que pretende abrir una librería en un lugar donde nadie lee y una “villana”, la señora Gamart (excelsa Patricia Clarkson) cuya abyecta actitud nos muestra las mezquindades que el ser humano también posee. Ésta será una lucha desigual en la que Florence nos llega porque tiene algo de nosotros, algo de todo aquel que ama a los libros. Y es que esta es una película sobre libros y sobre la soledad y cómo los libros son un refugio maravilloso, como los libros nos transmiten conocimientos pero también nos hacen sentir y vivir otras vidas que nos son ajenas. Como son, en palabras de la propia Coixet, “…pasaportes para otras vidas…”. En este aspecto, evidentemente los libros nos acercan irremisiblemente también al cine. Isabel Coixet muestra el inmenso respeto que siente por los actores en la manera de poner la cámara y darle a cada personaje la importancia que merece.

“La librería” es además una película sobre la esperanza de prender la mecha del amor a los libros para que nunca muera, como en “Farenheit 451” la autora nos reclama para que la literatura nunca abandone nuestras vidas, para que su semilla germine aunque sea en parajes inhóspitos como ese Hardborough donde Violet Gamart dicta cuáles son las normas a seguir.

Con una preciosa ambientación magníficamente fotografiada, en tonos pastel y ambiente frío, por parte de Jean Claude Larrieu, la mente nos lleva a “La hija de Ryan” (David Lean, 1970) con quien establece otra hermosa similitud al hablarnos sobre los prejuicios y las gentes que son incapaces de abrir sus mentes y de cómo de nocivo puede llegar a ser un espacio que se niega a aceptar cualquier cambio externo.

¿Existe algo mejor que perderse en una librería llena de historias por descubrir, con ese inconfundible olor a papel? “La librería” nos evoca ese maravilloso placer y nos invita a hacernos preguntas sobre la lucha entre el amor al prójimo frente a la mezquindad humana, entre los emprendedores que quieren cambiar las cosas frente a los inmovilistas que no permiten los cambios y sobretodo una lucha entre la sumisión y los que hacen de la individualidad un arma indestructible que jamás nos podrán arrebatar.

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Agua de Limón

Agua de Limón es una historia sencilla, basada en una historia real, en la que una «abuela» aprovecha las siestas del sofocante verano zaragozano para contarle a su «nieta» la historia de su vida y con ella la de toda la familia. ¿Y por qué el entrecomillado?, porque Magui y Clara no son exactamente abuela y nieta, en el sentido estricto de la palabra.

Hay que sumergirse en la historia para desgranar persona a persona, relato a relato, el universo que gira en torno a esta familia, y que al final es un poco la historia de todas las familias de la España del siglo XX, las de tantas vidas truncadas por la Guerra Civil.

Agua de Limón habla de los estragos, de las ausencias, de las renuncias, del dolor y del amor. De una realidad que hoy día cuesta tanto imaginar, la de una guerra causa y consecuencia de los ideales mal gestionados y los derechos mal repartidos. Sin entrar en un análisis político exhaustivo, Clara Fuertes, desgrana sobre los desencadenantes y la gestión posterior de vencedores y vencidos.

Especial mención a los refugiados españoles, su huida, su peregrinaje, su difícil acomodación y recepción en los países vecinos… ¿Cómo no hacer una analogía con el drama que se vive a diario en nuestras costas ahora que somos receptores de refugiados?

Llama la atención la capacidad tan nítida para sumergirnos en la oscuridad que supuso la guerra y su terrible postguerra. Aunque podamos imaginar con relativa facilidad lo que implica una contienda encarnizada como fue la guerra civil española, Fuertes, no escatima en tirar de emociones cuando se trata de narrar la tristeza y la desesperación, y contrastarla con la aparente amabilidad de los tiempos previos. Para ello  recurre a la vida apacible en un ficticio pueblo de Zaragoza, Sabinas, donde las gentes viven del campo y las vecinas se ayudan las unas a las otras, pero donde se fraguan a fuego lento las rencillas, y que salta como un polvorín después del 18 de julio de 1936.

Asusta, por mucho que lo sepamos y  nos lo hayan contado mil veces, ver que cuando se remueve el avispero de los ideales somos capaces de cualquier cosa, de enfrentarnos hasta despedazarnos. La capacidad del ser humano para el odio es infinita. Pero también del amor y para eso está la historia que Magui le cuenta a Clara, para hablar de amor en todas las vertientes posibles: el amor romántico, el amor filial, el amor de la amistad…

Por poner un punto critico he de decir que para mi gusto la narrativa es demasiado edulcorada sobre todo cuando afronta las pasiones de los personajes… a la abuelita Magui se le va la onda poética algunas veces, pero también es realista sin dejarse llevar por las filias y fobias a un bando u otro, siendo más descriptiva que propagandística, y eso es de agradecer.

Sobre Clara Fuertes:

Clara Fuertes es una escritora vallisoletana que, además de Agua de Limón, ha escrito literatura infantil y en 2017 publicó su segunda novela: Háblale a quien entienda tus palabras. En Zaragoza estudió Ciencias Empresariales, pero tal y como ella misma se define, es una viajera incansable y gran amante de las artes, cuyo periplo vital le ha llevado a residir tanto en España como en Italia, donde desarrolló su amor por la literatura. Aquí podréis leer una entrevista suya de 2014, justo cuando publicó Agua de Limón. Y como no hay nadie mejor que la propia autora para leernos un fragmento de su obra, aquí podréis escucharla.

María José Moreno

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Nuestros inicios en el club de lectura

Librorum et Gulae se ponía en marcha

El 8 de mayo de 2014 comenzaba su camino este club de lectura.

Las dos primeras lecturas: «Paradero desconocido» e «Intemperie«.

Fueron dos joyas que, a buen seguro, podemos afirmar que aún no fueron superadas en estos ya 5 años que llevamos compartiendo ratos y lecturas.

Paradero desconocido, una novela muy breve. Un intercambio de cartas entre dos íntimos amigos, un alemán y un judío. En sus poco más de sesenta páginas podemos ver como, a la vez que avanza el régimen nazi, la relación entre ellos se deteriora. Más interesante si cabe sabiendo que se escribió en 1938.

 

Intemperie, de Jesús Carrasco. Una auténtica joya. Tanto como dura. Una historia fría, angustiosa por momentos. Sin nombres en los personajes ni lugares. Claramente se sitúa en un ambiente rural. Y seguiremos la huida de un niño que, más tarde, se cruza con un cabrero. Unas 200 páginas de una magistral escritura con multitud de palabras ya en desuso que quizás buscan meterte aún más en ese ámbito rural.

Dos lecturas que originaron un gran debate en el club, mucho más teniendo en cuenta que fue la primera reunión y la mayoría prácticamente no nos conocíamos… desde entonces, muchas letras, tapeos, risas y buenos ratos.

Ambas novelas nos sitúan en situaciones límites que nos llevan a preguntarnos hasta dónde seríamos capaces de llegar. Las dos lecturas provocan, después de leer la última página, un tiempo de reflexión.

Y estas reflexiones, puestas en común en el club de lectura, te llevan a plantearte diferentes puntos de vista. Está claro que muchas veces creemos tener algo muy claro y resulta que no lo era tanto…  Eso es lo maravilloso de poder debatir sobre un libro que hemos leído un grupo de personas. Encontrar puntos de vista opuestos al que originalmente traías a la reunión. Ver detalles que pasaron por alto durante tu lectura.

Así que… ¡Te esperamos en el club!

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