La soledad no elegida

¿Quién dijo que de una gran obra de teatro no puede salir una gran película? ¿Está reñido el lenguaje teatral con el cinematográfico o son complementarios? Delbert Mann provenía de la televisión, se había hecho famoso en este medio y consiguió una magistral adaptación de una obra de Terence Rattigan.

Cuando decide llevar Mesas separadas (Separate Tables 1958) a la gran pantalla lo que Delbert Mann tenía más complicado era poder adaptar el texto de Rattigan y además imprimirle su sello personal. (Table by the window y Table number seven eran las dos historias que el escritor irlandés había escrito para sustentar esta maravillosa obra de teatro. )

Podríamos considera a Rattigan junto a Sommerset Maughan o Noel Coward uno de los predecesores de los John Osborne, de esos “jóvenes airados” (Angry Young Men)  que romperían posteriormente con el victorianismo de la escena británica.

Mesas Separadas tiene la virtud de las cosas sencillas: Un hotel fuera de temporada donde conoceremos unos personajes que son casi náufragos en medio de la isla de la vida: El comandante Pollock, (David Niven) retirado y siempre reverdeciendo viejos laureles, una apocada muchacha Sybil (Deborah Kerr) que sufre ocasionales ataques de histeria y cuya autoritaria madre (la señora Railton-Bell) anula totalmente, un escritor norteamericano John Malcolm (Burt Lancaster), un viejo profesor de griego jubilado, una solterona adicta a las apuestas, la pareja de novios, la amiga de la señora Railton-Bell, etc…Todos  huéspedes fijos atendidos por la señorita Cooper (maravillosa Wendy Hiller) que representa la sobriedad y el equilibrio. La normalidad del hotel se verá alterada con la llegada de una fascinante mujer norteamericana (Rita Hayworth).

El texto de Rattigan nos atrae desde el principio por sus diálogos precisos y concisos, una película donde la gente habla y cuenta cosas interesantes. Además tiene una magnífica dirección de actores. Los actores de reparto son elemento esencial en esta película. Sus intervenciones son como una pausa en las tramas principales, una especie de respiro tras las secuencias más dramáticas. Impagables algunos de estos personajes.

            Mesas separadas nos habla de la soledad y lo terrible que es cuando ésta no es elegida, de ese tabú llamado sexo en la Inglaterra post II Guerra Mundial, de superar los propios miedos, de pasiones animales que se creían apagadas, …en definitiva de las relaciones humanas, temas todos atemporales. Nos habla del yugo de una madre autoritaria, Gladys Cooper, que ya hiciera ese papel en La extraña pasajera (Now, voyager 1942) de Irving Rapper,  y que no se conforma con tener sometida a su hija sino que pretende lo mismo con los demás huéspedes. Su afán por vivir en el decoro y el honor le imposibilita admitir otras formas de pensar.  Refleja muy bien la época en la que bastaba la intolerancia de alguien para que los demás por temor callaran y cometieran una injusticia.

 La historia entre Sybil y el comandante Pollock conmueve por su veracidad, por su fuerza natural. El secreto que guarda Pollock, la imposibilidad de hacer nada por sí misma de Sybil, las trabas que la sociedad puede poner a los que son diferentes, la represión sexual, etc.

Por otro lado, asistimos a un combate entre el amor-pasión encarnado por Rita Hayworth y el amor-tranquilidad encarnado por Wendy Hiller. En esa dualidad el personaje de Burt Lancaster tendrá que debatirse entre lo que le conmueve y lo que le conviene. Difícil elección de la que nos hace partícipe el director con un constante juego de miradas, algo que el teatro no puede conseguir y que da realce a esta adaptación.

Porque en este microuniverso, que es el hotel Beauregard, vemos como a ritmo pausado parece que no sucede nada y sin embargo los acontecimientos no paran de producirse, formalismos chocando con la felicidad, oportunidades pasadas que vuelven, pasiones irrefrenables, …

            Técnicamente se nota la mano de Delbert Mann en cada movimiento de grúa, en cada momento en que los actores saben cuál es su marca y se paran y dicen el diálogo mientras hacen cosas (impagable Wendy Hiller), movimientos que nos trasladan inequívocamente a su etapa en la televisión. Solo así puede entenderse la perfecta planificación a la hora de rodar que Mann consigue en una secuencia final filmada con un enorme talento. Un ejercicio absoluto de técnica que nos llena de emoción.

            Los personajes presentados ante nuestros ojos al principio de la película experimentarán una especie de catarsis que les hará alcanzar mayor dignidad que la que mostraron al inicio. Todos encontrarán su sitio, ése que buscan mientras desayunan, almuerzan y cenan en Mesas Separadas.

Terence Rattigan junto a Sommerset Maughan o Noel Coward puede ser considerado como uno de los predecesores de los John Osborne o Kingsley Amis, de esos “jóvenes airados” (Angry Young Men) que romperían posteriormente con el victorianismo de la escena británica.Hoy repasamos "Mesas Separadas" la maravillosa adaptación que Delbert Mann realizó de dos historias que sustentaban la obra de teatro de RattiganEspero que os guste…

Publicada por Robert Moore en Jueves, 17 de enero de 2019

Rubén Moreno

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